- La relación entre el profesor y el alumno no se establece sobre la base de simpatía mutua, afinidad de caracteres o de intereses comunes. Más bien, se funda en una cierta ‘imposición’: están ahí sin consulta o consentimiento previos, lo cual genera -sobre todo en los comienzos de cada periodo lectivo -expectativas mutuas que se confirman o no con arreglo al desempeño del profesor y del alumno como tales.
- Es una relación -bipolar de ida y vuelta- que se establece entre personas de diferente edad y grado de madurez. A la intensidad, variedad e irracionalidad de las reacciones, de los comportamientos, de las actitudes y de las motivaciones de los alumnos, el profesor debe responder con paciencia, ecuanimidad, prudencia y exigencia en su actuar, en sus juicios y en las manifestaciones de su carácter.
- El docente debe ser un acompañante y ejemplo del alumno. El alumno debe ver en sus profesores modelos de vida, ejemplos de buenas prácticas y el docente debe preocuparse por conocer quiénes son sus alumnos y cómo es posible ayudarlos.
- El docente debe ser un profesional de su campo. El profesor debe conocer de lo que habla y tener herramientas pedagógicas para trabajar con el conocimiento en el aula de clases. Este perfil de docente genera una relación maestro-alumno que se caracteriza por la comprensión de los objetos de estudio y la comunicación y reflexión constante sobre los mismos.
- El docente debe asumirse como actor social, lo que implica el reconocimiento de la importancia de su trabajo, así como de la importancia de sus alumnos para llevar a cabo el mismo.
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